Estamos en 2003. Un grupo textil español que apenas lleva dos años cotizando en Bolsa anuncia un ambicioso plan para abrir tiendas en un año en el que sus ventas han flaqueado. Los mercados castigan el precio. “Es fácil imaginar la conversación entre José María Castellano y Amancio Ortega: probablemente Castellano le advirtió que si hacían el cambio el precio bajaría, y Ortega, que tenía la mayoría de la empresa, probablemente le diría: ‘Bueno’. , ¿qué hay de mí?’ . El profesor del IESE Josep Tàpies especula, entre risas, sobre cómo podría haber sido el debate entre el fundador y propietario de Inditex y su histórico consejero delegado, un ejemplo de cómo la salida a Bolsa saca a relucir dos visiones contrapuestas: la visión a largo plazo propia de la empresa familiar y la esclavitud diaria de los mercados siempre impacientes.
Una tensión que, en el caso de Inditex, se resolvió virtuosamente: más de 20 años después, es la mayor empresa de la Bolsa española y una de las líderes mundiales indiscutibles en su sector. Este reto lo afrontará a partir del próximo viernes Puig, que llega al Ibex para apuntalar la posición de la empresa familiar en el índice. Con su salida, la empresa catalana se convertirá presumiblemente en la tercera cotizada de España controlada por su familia fundadora.
Puig se suma a las ocho empresas del Ibex que siguen bajo el control, en mayor o menor medida, de sus familias fundadoras: Inditex es la mayor, con los Ortega al frente. Le siguen muy de lejos la Del Pino con Ferrovial -que, aunque tiene su sede en Holanda, sigue cotizando en el índice español-, la Entrecanales con Acciona (y su filial Acciona Energía, que vale más que la matriz ) y los López-Belmonte con la farmacéutica Rovi. En la parte inferior de la mesa están las cuatro familias fundadoras de Fluidra, la controvertida y homónima Grifols y los hoteleros Escarrer, fundadores de Meliá.
El desembarco en Bolsas de la empresa familiar catalana supone la mayor oferta pública de venta realizada este año en Europa y ha generado una fuerte demanda entre los inversores. El fabricante de perfumes no sólo aporta un olor diferente al grupo de empresas familiares, sino también a un índice poco diversificado: con la notable excepción de Inditex, el Ibex está dominado principalmente por bancos y empresas energéticas. Empresas que son en gran medida grandes empresas financieras. Esta falta de diversidad no es la mejor publicidad para los fondos bursátiles españoles, que están en peligro de extinción: el dinero que gestionan se ha reducido a la mitad desde 2014.
Todos estos familiares han tenido que pasar por el mismo proceso que Inditex, y ahora le toca a Puig: aprender a combinar los ritmos de la Bolsa con los del árbol genealógico. Los mercados, sin embargo, acaban valorando la visión de futuro: “Muchos inversores prestan especial atención a si una empresa tiene componente familiar, porque históricamente la evolución bursátil de este tipo de empresas ha sido mejor que las que no lo tienen”. Tienen una familia detrás”, afirma Joaquín Robles, analista de XTB. En los últimos cinco años, la rentabilidad media de las ocho empresas familiares del índice ha superado con creces la del índice en el que cotizan: mientras éstas se han revalorizado casi un 60% de media en este periodo, el Ibex apenas ha subido más del dieciséis%.
La alegría, como es normal en un grupo cuyo único punto en común es el carácter familiar, ha ido de barrio en barrio: la participación de Rovi en la producción de vacunas contra la covid ha provocado que su valor prácticamente se cuadruplique en este mismo periodo de cinco años. La covid, que disparó la valoración de la farmacéutica, es la causa de la caída de Meliá (-16%), que vio cómo la pandemia golpeaba al turismo. Un caso aparte es el de Grifols, ejemplo de la inseguridad que genera a los inversores el excesivo control familiar, y que ha perdido el 65% de su valor en los últimos cinco años. Fluidra, líder mundial en piscinas, lo ha duplicado en este tiempo.
Buen gobierno
El carácter familiar también entraña peligros. Y por eso Grifols es un ejemplo a tener en cuenta para Puig. La visión a largo plazo de las empresas familiares –“que miden el tiempo en generaciones”, según Tàpies– tiene una contrapartida negativa: “Esto no está exento de problemas y en ocasiones también puede generar un conflicto de intereses si la estructura de propiedad no está clara”. y no diferencia entre sociedad holding familia y la cotizada», advierte Robles en referencia a las polémicas que han afectado a las sociedades accionistas de la firma catalana de hemoderivados: «Ha pasado recientemente con Grifols y hace saltar las alarmas con Puig, pero no tiene ser la norma «.
La salida a bolsa obliga a todas las empresas, pero especialmente a las familiares, a hacer los deberes: las empresas, supervisadas por la Comisión Nacional del Mercado de Valores y sus accionistas, tienen que cumplir una serie de criterios de buen gobierno corporativo y estricta presentación de resultados. Es un salto que puede resultar complicado para organizaciones acostumbradas a un control a menudo arcaico. Un cambio que, para Tàpies, no es necesariamente la “etapa final de la profesionalización”. El también titular de la cátedra de empresa familiar del IESE pone de ejemplo a Mercadona, una empresa familiar y «sumamente profesional».
Obtener financiación no es el único motivo para salir a bolsa, ni negarse a dar el salto es un techo a su crecimiento. Como señala Tàpies, empresas como la de Juan Roig generan un flujo de fondos lo suficiente como para no tener que ir a los mercados a por dinero. Aquí es donde entra otro factor para que una empresa familiar dé el salto a Bolsa: con cada generación, el capital de los fundadores se diluye entre sus herederos, y una salida a Bolsa «da una salida menos traumática a aquellos que están menos comprometidos con la empresa”, subraya Tapiès.
En las ocho empresas familiares del Ibex, los fundadores tienen una participación media del 40%, lo que representa 110.000 millones en acciones (para un índice que capitaliza algo más de 700.000 millones). Los Ortega son quienes poseen una parte más importante y menos diluida: Amancio Ortega controla algo más del 59% y su hija Sandra, más del 5%. Los Entrecanales poseen, a través de dos empresas, poco más de la mitad de Acciona y, por extensión, un porcentaje algo menor de su filial. Más diluida está Fluidra (un tercio de la cual pertenece a cuatro familias diferentes) o Ferrovial, donde la familia Del Pino comparte el 35%. Rafael del Pino, hijo del fundador y presidente de la empresa, es el primer accionista con algo más del 20%, y le sigue su hermana María del Pino con un 8%. Para blindar el poder de la familia, Puig ha convertido el 20% del capital en acciones B, con un valor nominal cinco veces inferior y menos derechos de voto.
En el prospecto de la OPI, la compañía señaló que salir a bolsa traería “disciplina”. “Pueden aparecer dificultades, especialmente en la transición entre generaciones. La búsqueda de liderazgo, la incomprensión, la pérdida de pasión…”, señaló su presidente, Marc Puig, en una entrevista al Financial Times. El desafío no será menor. No hace falta acudir a ficciones como Sucesión (HBO) para encontrar ejemplos de discrepancias intrafamiliares que mueven a millones. El índice de quienes participarán los tiene: siete años después de la muerte del fundador, los hermanos Del Pino decidieron romper el pacto de accionistas que tenían para controlar Ferrovial. Y es que, el año pasado, Leopoldo Del Pino, un miembro de la familia, rechazó públicamente la decisión impulsada por su hermano mayor de trasladar la empresa a Países Bajos.
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