Al acceder al pasillo por el que se accede al hemiciclo de la CongresoA mano derecha una puerta de madera da acceso a las oficinas del Gobierno. Allí entró Pedro Sánchez el miércoles antes de las nueve de la mañana. Cara seria. mandibula tensa. Los miembros del Gobierno que lo conocieron allí ya se dieron cuenta de que no era un día más. Que algo estaba pasando. «Dolido», «jodido», «tocado», «molesto», «está al límite» son algunos de los argumentos utilizados para describir cómo lo percibían. El presidente de Gobierno Sabía desde la noche del martes la información que se iba a publicar de que un juez va a investigar a su esposa por tráfico de influencias y corrupción en los negocios. Las personas consultadas señalan que Sánchez llegó a transmitir «no puedo más». Es más, fuentes gubernamentales consultadas por este periódico confirman que había tomado una decisión: marcharse. Renunciar.
Y ese es el miedo que está instalado en el Ejecutivo y en el juego. Existe un temor real de que Sánchez no cambies de opinión y dimitas, como fue tu determinación. Esto explica que en las últimas horas miembros del Ejecutivo y del PSOE hayan salido apresuradamente a mostrarle públicamente su apoyo y hayan mostrado su deseo de que decida continuar. «De aquí al lunes tenemos que convencerle para que siga», afirman en su equipo. Una vez que la decisión se retrasó cinco días, el esfuerzo se gastó por completo. «Quien conoce a Pedro sabe que con qué Begoña «Le han dado en la línea de flotación», resumieron desde el entorno del presidente.
«Estamos centrados en intentar transmitir energía positiva para que el lunes anuncie que sigue al frente del Gobierno», dijo ayer María Jesús Montero, vicepresidenta primera. «El proceso de reflexión del presidente debe terminar con una decisión que sea clara: la manada extremista no puede doblarnos el pulso con mentiras y mentiras para amedrentarnos», añadió el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños. «Las falsas denuncias no deberían ser motivo para dar marcha atrás», afirmó Teresa Ribera, vicepresidenta tercera. «Todo el apoyo a Pedro Sánchez como presidente», lanzó Jordi Hereu, ministro de Industria.
Está muy vivo el temor de que Sánchez haga público en los próximos días que la conclusión de su reflexión es que no merece la pena continuar. «Es una decisión personal»; «No sé qué decisión va a tomar»; «Hay que respetar su periodo de reflexión»; «Él puede hacer cualquier cosa», dijeron ayer, incrédulos, miembros del Gobierno y del partido. Sánchez es un político acostumbrado a giros inesperados, decisiones arriesgadas e impredecibles. Pero esta vez añade el factor emocional, personal. Tomó la decisión de plantear que duda si continuará en La Moncloa con su esposa, sin consultarla con su núcleo duro, quien se enteró apenas minutos antes de publicar la carta el miércoles, pero en el mismo momento de su publicación. Al principio, fueron muchos los que pensaron que la noticia era un engaño.
El miércoles por la mañana, cuando salió del Congreso -antes de lo habitual, porque no se quedó a escuchar María Jesús Montero., como siempre- acudió a La Moncloa. Allí, sólo con la complicidad de su mujer, escribió de su puño y letra la carta que ha hecho saltar por los aires el tablero político español, y en la que afirmaba que le resulta urgente responder a la pregunta de si debe continuar al frente de el Gobierno o renunciar a este alto honor. Le entregó la carta a sus colaboradores para que la publicaran en las redes sociales. No hubo debate ni intercambio de opiniones con su equipo. Fue su decisión. Ya había cedido en dar un margen de días para reflexionar. Durante el día habló con el Rey para explicar la situación.
Trabajando en su oficina
En su núcleo duro desconocían los términos de su carta, aunque algunos ya lo sabían y habían percibido el «no aguanto más» de Sánchez. Todas las personas consultadas del Gobierno y del partido descartan que la decisión se deba a una estrategia política. Ponen sobre la mesa el factor humano de Sánchez y censuran «el intento de deshumanizarlo con una caricatura continua», dicen, por parte de la derecha y algunos medios. Incluso los más críticos cierran filas. «No veo un gato en la bolsa ni una dinámica estratégica, sino una reacción humana que hay que entender y respetar. «Creo que la carta del presidente refleja una reacción humana absolutamente comprensible, la suya y la de la familia», reflexionó. Emiliano García-Pagepresidente de Castilla la Mancha.
Desde las 19.00 horas del miércoles, el Gobierno y el PSOE están «congelados», en «shock». Sánchez debería haber protagonizado ayer Sabadell junto a Salvador Illa el acto inaugural de la campaña catalana. Tu agenda está cancelada. Pasó la tarde de ayer trabajando, mientras reflexiona sobre su decisión. Aunque ha tenido contacto con algunas personas, muchas o no se atreven a molestarse o permanecen esperando noticias.
La agenda de Sánchez sigue paralizada, pero los ministros mantienen activa la suya, con el objetivo de transmitir que no hay parálisis, pese a la sensación de apoyar. «Quiero transmitir un mensaje de tranquilidad y confianza en el trabajo del Gobierno porque seguimos trabajando», dijo Carlos Cuerpo, Ministro de Economía.
Desde hace meses, Sánchez viene trasladando a su entorno el cansancio que produce la información sobre su mujer -«mentiras», siempre ha apuntado- y la necesidad de «armarse de paciencia». Era un tema del que ambos habían hablado. Asumió su papel y las consecuencias del mismo, los ataques a su persona, pero también poniendo en liza a sus familiares.
El propio jefe del Ejecutivo había hablado de ello en público. «La vida de la pareja de un político es muy difícil porque al final acaba expuesto. En el caso de Begoña, ella está expuesta a la crítica política, porque tiene un objetivo político que es erosionar a tu pareja, en este caso a mí, y Begoña no tiene las herramientas de la política para poder defenderse. Existe una asimetría que hace que los socios de los líderes políticos sean muy vulnerables. «Hay que tener un caparazón y, sobre todo, mucha complicidad en la relación personal», afirmó en la presentación de su último libro.