Pablo López ya lo dijo en el himno que compuso para Unicaja de Málaga: «Me emocioné, yo estuve allí». En aquel momento el artista malagueño se refería al pabellón de Ciudad Jardín, sin embargo, la esencia de esa frase, y de lo que supone, se trasladó hace algún tiempo al Palacio de Deportes Martín Carpena. Unas palabras que dentro de varios años, quizás se vuelven a escuchar en boca de alguno de los más de cuatro mil aficionados que abarrotaron el pabellón cuándo les preguntan: «¿Dónde estabas cuándo Unicaja ganó la Basketball Champions League?»
El Carpena y el Belgrade Arena se fusionaron bajo un mismo sentimiento, una vez más. La ‘marea verde’ volvió a soñar y cada vez se está convirtiendo en algo más frecuente. Unicaja vuelve a reinar en el viejo continente por tercera vez en su historia, no solo demuestra que es uno de los mejores equipos del baloncesto europeo, sino que, además, cuenta con una baza que les diferencia del resto: su afición.
Era uno de esos domingos raros para el aficionado. Con las mismas mariposas en el estómago que en las semifinales ante UCAM Murcia, pero con la lección aprendida: «para ganar tenemos que sufrir», afirmaban algunos. Y es que la gente que se fue acercando al Carpena ya venía con el pensamiento que para poder vencer a Lenovo Tenerife era necesario todo el apoyo posible.
La expedición de aficionados, que viajó a Belgrado, ya había respondido con creces con esta directriz. Por otra parte, el Palacio de Deportes no iba a ser menos y consiguió aumentar la cantidad de audiencia en las gradas. Toda la zona de tribuna y los laterales que rodeaban la pantalla fueron completados por multitud de camisetas verdes y moradas.
Los malagueños empezaron a entrar por la puerta del pabellón cajista y con el paso de los minutos la estampa que se conformaba se hacía cada vez más bonita. Miles de almas gritando a viva voz, bufandas alzadas al cielo y los primeros acordes de ‘Siempre será tu bandera’. Una imagen que se produjo de forma paralela en Málaga y Belgrado, uno de esos momentos que quedarán en la retina.
El inicio lleno de fallos de ambos conjuntos no mermó los ánimos de la grada que ya conocen cómo se las gastan este Unicaja. El equipo creció, pero es que la afición nunca frenó sus ánimos y cariño a todos y cada uno de sus jugadores. Entre ellos y Tyson Carter, el norteamericano protagonizó el momento de locura en el Carpena, cuando en apenas un minuto realizó un mate colosal ante Tim Abromaitis y clavó un triple cuando se agotaba el tiempo de posesión.
felicidad desmedida
La tónica de nerviosismo en las gradas, tanto del Carpena como en la de Belgrado, continuó en la segunda mitad. Sin embargo, a medida que pasaban los minutos, entre los cajistas una pequeña sonrisa se esbozaba en sus rostros y cada vez era más difícil poder evitar el estado de felicidad desmedida.
Con los dos tiros libres de Alberto Díaz que certificaron el título intercontinental, la alegría no se pudo contener más. El estallido de la afición, y todos los nervios acumulados durante el encuentro, se transformaron en abrazos, gritos, saltos y alguna que otra lágrima por parte de la parroquia cajista.