El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, ya había advertido recientemente que los últimos datos de inflación alejaban los recortes de tipos de interés. Este viernes se conoció el último dato de precios que quedaba por publicar antes de la reunión del comité de política monetaria de la Reserva Federal la próxima semana. Fue el índice de precios del gasto personal (PCE), un deflactor del consumo privado que es el indicador preferido de la Reserva Federal. La cifra ha cumplido las previsiones. Eso significa que la inflación se afianza y los recortes de tipos tendrán que esperar.
El índice PCE general ha aumentado tres décimas en el mes, con lo que su tasa interanual ha pasado del 2,5% al 2,7%. Fue el tercer mes consecutivo en el que el índice se movió a una tasa superior a la compatible con la meta de inflación del 2% de la Reserva Federal. Por su parte, el deflactor de gastos personales sin energía ni alimentos se ha mantenido en el 2,8% interanual, tras subir también un 0,3% en marzo. Las cifras confirman lo señalado por el índice de precios al consumo, publicado hace dos semanas.
La Reserva Federal analiza más de cerca el indicador de inflación PCE que el índice de precios al consumidor (IPC). El índice PCE intenta tener en cuenta los cambios en la forma en que la gente compra cuando aumenta la inflación. Puede reflejar, por ejemplo, cuando los consumidores cambian de marcas más caras a otras más baratas. En general, el índice PCE tiende a mostrar una tasa de inflación más baja que el IPC, en parte porque los alquileres tienen el doble de peso en el IPC.
A finales del año pasado, la inflación parecía estar cediendo y se acercaba al objetivo de estabilidad de precios del 2% fijado por el banco central. Sin embargo, desde principios de año los datos van en la dirección contraria. Powell habló al principio de obstáculos en el camino, pero luego ha llegado a asumir que los problemas son mayores.
«Los datos recientes claramente no nos han dado mayor confianza» en que la inflación se dirige de manera sostenible hacia la meta de estabilidad de precios del 2%, dijo la semana pasada en un evento al margen de las reuniones de primavera del Fondo Monetario Internacional. (FMI). Por el contrario, hay señales “de que probablemente llevará más tiempo del esperado lograr esa confianza”, añadió.
«Creemos que la política está bien situada para gestionar los riesgos que enfrentamos», dijo, pidiendo más tiempo para que la política restrictiva funcione y deje que los datos hablen. Sus comentarios fueron interpretados en el sentido de que no habría reducciones inminentes, pero también pareció descartar aumentos adicionales incluso si la inflación sigue arraigada.
Los inversores ya descartan un recorte de tipos en las reuniones de mayo y junio y prácticamente también en julio. Todavía dan algunas probabilidades a un movimiento en septiembre, pero cada vez son más los que lo dejan para noviembre, tras las elecciones presidenciales, o para diciembre, como se deduce de las cotizaciones en el mercado de futuros de Chicago.
Tras la última reunión de política monetaria, Powell dejó claro que si bien es probable que el precio del dinero haya marcado su máximo de este ciclo (está en el 5,25%-5,5%, su máximo en 23 años) la primera bajada de tipos no puede ser hecho a la ligera. Desde marzo de 2022, la Reserva Federal ha elevado su tasa de referencia 11 veces para combatir la inflación más alta en cuatro décadas. Los aumentos de tasas también han sido los más agresivos desde la década de 1980.
En marzo, los miembros del Comité Federal de Mercado Abierto de la Reserva Federal actualizaron sus previsiones, que no les comprometen, sobre la evolución de los tipos. Mantuvieron la senda de tres recortes de 0,25 puntos en los tipos de interés hasta final de año, aunque por poco, ya que 9 de los 19 miembros del comité esperaban una reducción algo menor. Esos pronósticos han quedado obsoletos con los últimos datos de inflación.
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