La política ha dado paso a la catarsis colectiva en el PSOE. Dirigentes y simpatizantes han compartido en la calle Ferraz la angustia de ver cómo su líder, Pedro Sánchez, se plantea seriamente dimitir por las presiones que sufre su mujer, Begoña Gómez, y han intentado juntos convencerle para que continúe. El Comité Federal ha puesto fin al liderazgo en la calle, entre lágrimas de la mayoría de los ministros -entre ellos Óscar Puente y Félix Bolaños, con los ojos rojos-, de los cuadros, de la dirección del poder del partido, mientras miles de simpatizantes , con gritos de «¡No pasarán!», animó a los políticos, hundidos por la posibilidad de que Sánchez abandonara el poder y les sumió en una crisis de consecuencias imprevisibles en un partido que no ha preparado la sucesión de un líder que ocupa casi el Todo el espacio desde 2014.
Afuera, la emoción lo llenaba todo. En el interior, en la reunión, los dirigentes más conocidos hablaron uno tras otro para pedir a Sánchez que se quedara y para ello apelaron a la historia del partido, a la Guerra Civil, al exilio, a la cárcel, a la represión franquista, a luchar contra ETA, que acabó con la vida de 12 de sus dirigentes. Todos intentaron utilizar esos ejemplos del pasado, referencias familiares, sus abuelos, su historia, para convencer a Sánchez de que no puede dejar que sus rivales políticos se lleven el pedazo más grande, el del presidente del Gobierno.
El más directo en apelar a la responsabilidad de Sánchez para seguir en la historia del partido fue quizás el vasco Eneko Andueza, que como todos los socialistas vascos, ha sufrido el terrorismo y ha tenido un escolta durante muchos años, y sin duda, muchas veces. Se preguntó si valía la pena. Mirando directamente a cámara, en un mensaje a Sánchez, como la mayoría de los dirigentes, Andueza le animó a seguir por todos los que antes sufrieron. “Hay que pensar en las personas que murieron en las fosas, en las paredes de los cementerios, en las que sufrieron el exilio, la represión, la prisión. En aquellos viejos socialistas que iban a votar vestidos con sus mejores galas porque sabían que de su voto dependía su vida y su democracia. En los socialistas teníamos que mirar debajo de los coches y mirábamos a nuestros familiares porque no sabíamos si los íbamos a volver a ver. Pensemos en todos esos socialistas, pensemos en este país, en la democracia, en todo lo que nos queda por hacer. “Pedro, vas a seguir, y todos vamos a seguir contigo”, concluyó.
Óscar Puente, una persona muy cercana a Sánchez, también fue muy directo apelando al presidente a no flaquear y no permitir que la ultraderecha gane esta partida. Puente admitió que él, como muchos otros políticos, suele plantearse la misma pregunta que plantea Sánchez en su carta. Es decir, si vale la pena continuar. Y para responderla, apeló como otros a la Guerra Civil. “Esa pregunta me hago yo y la respondo con mi abuelo Antonio. En 1939 lo arrestaron, lo iba a matar. Tuvo suerte porque un amigo lo sacó del camión. Pasó tres años en la prisión de Valladolid. Después de él vivió una vida miserable, perdió su trabajo, y cuando pienso en mi sufrimiento, pienso en él y creo que el mío es más ligero. No se puede rendir, no se puede dar a la derecha la cabeza que busca, la de secretario general del PSOE. No lo puedes permitir, Pedro”, finalizó.
Luego de una sesión de drama colectivo, que comenzó con rostros fúnebres, continuó con llantos emocionados y terminó un poco más animado mientras canciones como “¡Quedate!” de Quevedo en la megafonía de la calle Ferraz y los militantes saltaron, los dirigentes consultados confiaron en que la combinación del importantísimo apoyo en la calle y los llamamientos a la responsabilidad histórica de la dirección sirvieran para hacer cambiar de opinión a Sánchez -todos asume que su primera opción es la renuncia— y finalmente decide continuar. Pero nadie tiene ninguna certeza.
Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscribir
Los dirigentes insisten en que nadie quiere esperar al día siguiente de una posible dimisión de Pedro Sánchez. Todas las miradas estaban puestas en María Jesús Montero, número dos del partido y vicepresidenta primera, que sería un relevo natural en el Gobierno si el líder abandona escena. Pero ella misma, que tuvo cierto protagonismo porque habló primero y luego de alguna manera encabezó al grupo de dirigentes que salieron a abrazar a los militantes, dejó muy claro desde el primer momento que no juega a eso y dedicó todo su discurso a convencer a Sánchez para que continúe. Así empezó su discurso y así lo terminó. Consciente de que lo que vive el dirigente, encerrado en La Moncloa desde el miércoles, es ante todo una reflexión familiar, Montero apeló directamente a la mujer de Sánchez. “Begoña, compañera, estamos todos contigo”, gritó la vicepresidenta. Al citarla, todo el Comité Federal se puso de pie para aplaudirla, consciente de que ella es fundamental en la decisión que debe tomar el dirigente.
Montero, como todos, apeló al sentimiento de Sánchez para seguir adelante, incluso utilizó versos de Sabina -«que ser valiente no sale tan caro, que ser cobarde no vale, que el corazón no pasa de moda»-. -e incluso optó por responder a la carta de Sánchez y sobre todo a la pregunta clave: ¿merece la pena? “Vale la pena seguir avanzando para que haya más y mejores empleos, seguir subiendo las pensiones, avanzar por la igualdad de las mujeres, aumentar el gasto en becas, defender la cultura contra la censura, luchar por el derecho a la vivienda, dejar un un mundo mejor combatiendo el cambio climático, defendiendo la memoria, trabajando por la paz en Gaza. Para eso te necesitamos a ti, al presidente más valiente, y al Pedro más humano. Sí, vale la pena que ganen los buenos. Firmados, los progresistas de este país”, concluyó su discurso.
Tras esta muestra de emoción, La Internacional sonó en la calle Ferraz y el PSOE marcó un nuevo capítulo, especialmente simbólico, en los cinco días de drama colectivo hasta conocer la decisión que tomará Sánchez el lunes. Algunos señalaron que después de esto, es muy difícil que el dirigente decida renunciar por responsabilidad política. Pero otros, los que mejor lo conocen, temen que la decisión ya esté tomada por un tema que nada tiene que ver con la política, y es exclusivamente familiar.
Suscríbete para seguir leyendo
Leer sin límites
_