En 2023, Manos Unidas aprobó 85 proyectos, por un importe superior a 5,2 millones de euros, que contribuyeron a mejorar la salud de más de 520.000 personas
Ayer 25 de abril tuvo lugar el Día Mundial de la Malaria, jornada establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2007 con el objetivo de concienciar sobre esta enfermedad y proporcionar los medios para erradicarla.
Según el «Informe Mundial sobre la Malaria», publicado por la OMS, en 2022 habrá alrededor de 249 millones de casos de malaria en el mundo y 608.000 personas morirán a causa de la enfermedad. África, con 233 millones de contagios, es el continente que concentra el 94% de los casos y el 95% de las muertes. El 78% de estas muertes ocurrieron en niños menores de cinco años.
El continente africano alberga el mayor número de países pobres. Probablemente esta sea la razón por la que en esta región del mundo la prevalencia de la malaria, y las muertes derivadas de esta enfermedad, son mucho más altas que en el resto de los continentes.
Porque, según Fidele Podga, coordinador del Departamento de Estudios de Manos Unidas, la malaria es una enfermedad de la pobreza. «Nace de la pobreza, afecta más a los más pobres, provoca más pobreza y mata más a los pobres, en un círculo vicioso del que es difícil salir».
Podga también se refiere a la pobreza en el contexto de la crisis climática en la que nos encontramos, «que ha agravado aún más las cosas». Porque, asegura, los aumentos de temperaturas y otros fenómenos como ciclones o inundaciones afectan profundamente la estacionalidad e intensidad de la malaria al crear contextos ideales para la proliferación y actividad de los mosquitos.
La erradicación de la malaria es compleja. Ha quedado demostrado que las estrategias de brindar tratamiento y prevención no han sido suficientes para acabar con una de las enfermedades con mayor tasa de mortalidad en el mundo y que, desde 2015, no deja de aumentar.
«Por otro lado, desde hace algunos años el mundo, especialmente el africano, tiene grandes esperanzas en una vacuna que pueda contribuir a erradicar la enfermedad». Hay dos vacunas que estarán en el mercado a partir de mediados de 2024, aunque una de ellas, la Mosquírix, Se ha experimentado durante dos años en Ghana, Kenia y Malawi, con resultados difíciles de evaluar.
«En este contexto, hay margen para el optimismo. No tenemos ninguna duda al respecto. Pero también es cierto que el desafío se ha vuelto mucho mayor. Y la malaria sigue siendo la enfermedad más mortífera en el continente africano”, explica Podga.
Para el coordinador del Departamento de Estudios de Manos Unidas, las medidas de prevención propuestas están lejos de conseguir los resultados esperados «sobre todo porque se está produciendo resistencia de los mosquitos a los insecticidas». En los tratamientos también se está produciendo resistencia a los medicamentos. La efectividad de las vacunas ronda el 30% (RTS, S/AS01 – Mosquirix) y el 70% (R21/Matrix-M), aparte de los esfuerzos económicos que aún supone su producción, distribución y acceso a las poblaciones más vulnerables. ».
La erradicación de la malaria es complicada porque sus víctimas, en su mayoría los más pobres, no tienen oportunidades de deshacerse de ella. Pues bien, acabar con esta enfermedad requiere una gestión sociopolítica del medio ambiente que elimine las diferentes formas de insalubridad que favorecen la proliferación de sus vectores: aguas estancadas, aguas residuales, alcantarillado deficiente y basura incontrolada donde millones de seres humanos viven pobremente.
Además, para acabar con la malaria, es necesario implementar «una política territorial y de vivienda que permita a las familias acceder a una vivienda digna, con servicios de agua y saneamiento», propone Fidele Podga, «así como a una red de alcantarillado adecuada para evitar la reproducción de los mosquitos. » él añade.
Y, para concluir, el coordinador del Departamento de Estudios de Manos Unidas explica la necesidad de lograr que las familias tengan ingresos que les permitan acceder a medicamentos y vacunas, o que exista una verdadera protección social que garantice que esta vacunación llegue a todos. Porque, denuncia Podga, «la mera existencia de vacunas no significa que sean asequibles para todas las personas».
La labor de Manos Unidas, tanto en Educación para el Desarrollo como en los proyectos que la ONG de la Iglesia Católica lleva a cabo en más de 50 países, aspira precisamente a mejorar las condiciones de salud, de vida y nutricionales, así como el acceso al agua potable. y saneamiento ambiental y habitacional, para las poblaciones más pobres y vulnerables, que son las más afectadas por la malaria.
Sabiendo que la salud es un derecho de toda persona, independientemente de dónde viva, en 2023 Manos Unidas aprobó 85 proyectos, por un importe superior a 5,2 millones de euros, que contribuyeron a mejorar la salud de más de 520.000 personas.