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«¿Bajos turísticos o cadafals de bous?» se pregunta un usuario de la red social. Al otro lado no hay toros pero hay un barrio que se pregunta cómo es posible que en cuestión de dos años hayan aparecido tantas viviendas turísticas en las calles Turia, Borrull o Lepanto. No hace mucho este céntrico barrio del Botànic se movilizaba contra un fondo de inversión francés que quería desalojar los inmuebles de los números 49 y 51 de la calle Túria.
Sin embargo, el tejido asociativo no sobrevivió a aquella pelea vecinal y ahora el Botànic, ejemplo de resistencia, empieza a verse afectado por el mismo fenómeno que arrasa toda la ciudad: Containers en construcción, sótanos turísticos por todas partes y alquileres inasumibles para cualquier mileurista.
«Aquí ha habido un salto generacional. Los mayores mueren y los herederos venden porque ven un negocio boyante”, afirma Borja Vizcaíno, un antiguo vecino que abandonó el Botànic por la subida de precios. «Cuando tuve que salir de mi casa, la de al lado estaba libre y el dueño me pidió 950 euros diciéndome que era la más barata de Idealista. Se venden propiedades completas para hacer hoteles. Y otros edificios están desocupados y tapiados esperando para hacer negocios. El Botànic se está vendiendo a extranjeros con dinero”, lamenta Vizcaíno.
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El arraigo se va perdiendo sin apenas ruido vecinal más allá de los comentarios en las redes sociales: la metáfora de la jaula tirada con mal humor denota el hastío de la población con los pisos, y la referencia de los «cadafales» taurinos en una apreciación estética nada baladí. Porque el alojamiento turístico presiona los precios, sí, pero también cambia el aspecto de la ciudad.y precisamente en el Botànic se están habilitando sótanos turísticos asépticos y alejados de la gama cromática del barrio.
Datos para una moratoria
En cualquier caso, el Botànic evidentemente no es una excepción. Según explicó ayer en rueda de prensa el portavoz de Compromís, Papi Robles, En Valencia hay unos 6.000 pisos turísticos ilegales y más de 8.000 registrados en plataformas como Airbnb. De ellos, dos de cada tres pertenecen a multipropietarios que utilizan frecuentemente nombres como «Alberto» o «Natalia» para hacerse pasar por vecinos de la ciudad. Y el socialista Borja Sanjuán informó sobre la distribución por zonas al hablar de un notable incremento de los alojamientos turísticos en barrios periféricos como Benicalap y Ciutat Fallera (donde crecieron un 106%), Rascanya y Torrefiel (68,9%), La Olivereta (65 %) o Saïdia y Marxalenes (98%).
Estos datos han llevado a la oposición a exigir una moratoria de las licencias para toda la ciudad, con el fin de frenar la proliferación de apartamentos turísticos mientras se diseña una ordenanza específica para el problema. No es la única propuesta, Compromís también ha solicitado un registro de viviendas y un tipo progresivo para gravar a los pluripropietarios, Pero es en la urgencia de una suspensión de licencias donde convergen todas las voces críticas con el fenómeno. De hecho, la presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos, María José Broseta, ya ha trasladado este clamor político y vecinal a varios representantes de la ejecutiva municipal.
Lo cierto es que Catalá no descarta recoger este guante, pero sí deshonra al Rialto que durante ocho años descuidó las inspecciones necesarias para frenar la actividad ilegal («muchas empresas van a hacer hechos consumados», denunció en «construyen porque saben que luego es difícil revertir todo»). Si finalmente opta por la moratoria, para lo que habría que hacer una modificación del PGOU, Catalá seguiría los pasos de su homólogo de Madrid y colega de partido, José Luis Martínez-Almeida, que acaba de anunciar un plan de acción para encargar la vivienda para uso turístico congelando la concesión de licencias y endureciendo las sanciones.