Una versión libre de ‘La Gaviota’ de Chéjov, un hito del teatro independiente argentino que se representa a un metro del público

Este fin de semana ha comenzado la nueva edición de Estación Alta, el gran festival teatral catalán del otoño que contará con más de cien espectáculos hasta diciembre. Un fin de semana que cogió calor con la presentación del director argentino Guillermo Cacace que aterrizó por primera vez en la península. Lo hizo con una producción teatral. apagado desde Buenos Aires, una versión gratuita del clásico de Anton Chejov la gaviota (1896). El público, alrededor de una mesa, pudo observar, hombro con hombro, cómo cinco grandes actrices acometían una versión libre, despojada y de gran densidad emocional. Puro teatro porteño y una experiencia teatral difícil de olvidar.

La historia de Cacace es larga y prolija. En 2014 estrenó una pieza del joven autor croata, Ivor Martinić, Mi hijo simplemente camina un poco más lento.. Lo hizo en el espacio que el director tiene en el barrio porteño de San Telmo, Estudio Apacheta, una planta baja donde se desarrollaban las funciones los sábados y domingos por la mañana.

Autor desconocido y extranjero, mínima difusión de un espacio independiente y funciones matinales. Aun así, la obra acabó convirtiéndose en un fenómeno. La producción duró diez años, en abril pasado tuvo sus últimas diez funciones para las cuales el gran Teatro Presidente Alvear abrió sus puertas en la Avenida Corrientes. Una producción que ya es uno de los hitos del teatro independiente en la gran capital mundial del teatro en español.

En dicha obra actuaron cuatro de las actrices de esta impresionante pieza. Gaviota: Clarisa Korovsky (Masha), Muriel Sao (Kostia), Romina Padoan (Nina) y Paula Fernández Mbarak (Arkádina). Para completar el reparto se sumó la actriz y reconocida guionista Marcela Guerty, conformando uno de los Boris Alekseevic Trigorin, ese escritor exitoso y depredador de mujeres que Chéjov dibujó con la mayor distancia, la más desalmada que jamás se haya visto.

Luego de ese éxito y proyectos en salas más grandes con figuras como Luis Machín o Julieta Venegas, Cacace quiso regresar con Gaviota a una producción sin ningún apoyo y construida sobre el compromiso del equipo. En el medio llegaría la pandemia. Pero luego de un largo proceso, la obra se estrenó en febrero de 2023 en el pequeño estudio de Cacace.

Un cuadrilátero para el ritual y la interpretación.

Alrededor de una mesa, incluso con algunos espectadores sentados, el público se sienta a menos de un metro de los actores. Antes de iniciar la función, el Más que nada de Jorge Ben, pero en versión de Sergio Mendes y la banda Black Eyed Peas; Todo está hecho para acoger y acercar a un público que aún no conoce el tobogán emocional que va a atravesar.

la gaviota de Chéjov comienza con el estreno en el jardín de la casa de campo de Arkádina de la nueva obra de su hijo, Kostia, estreno en el que aparece una nueva actriz de la que el hijo está enamorado, Nina. Cacace, buscando el ritual y la cercanía, juega a introducir al público en la trama y le invita a un vino y un refresco mientras Masha, la criada, repite, como en la obra de Chéjov, “la función va a empezar pronto. «Va a empezar». Ya todo está preparado para el ritual.


Allí comienza un viaje donde adentrarás en la esencia del universo emocional y existencial de los personajes de Chéjov. La versión libre, alegremente libre, de Juan Ignacio Fernández, se centra en los diferentes dramas de los personajes principales, que en realidad es uno solo: la infelicidad y el fracaso amoroso entre hombres. Para ello, lo primero que hace esta versión es reducir la obra de doce personajes a cinco, incluso desaparecen personajes centrales como Sorin y Medvedenko. Lo segundo que hace es eliminar todas las digresiones de la obra. Esta versión se centra en los diálogos en los que circula entre los personajes esa infelicidad, ese deseo por el otro que acaba en frustración.

Una circulación de gran densidad emocional que trabaja Cacace con las actrices enfrentadas en esa mesa que se convierte en un cuadrilátero, un espacio mínimo donde se miran, se comunican con el gesto aprisionado de quien está sentado y miran al público intentando comunicar lo que hay en la habitación. ser humano cuando todas las convenciones sociales han terminado. El espectador se convierte así en el espejo del alma de esa actriz, personaje y ser humano que los mira y escudriña, algo que provoca una atmósfera de intimidad abrumadora. Si vas a ver la obra y tienes la suerte o la suerte de que Romina Padoan, Irina, te mire a los ojos, agárrate de la silla.

El trabajo de Cacace a nivel actoral es intenso, muy arraigado a la corriente argentina donde la energía es desbordante y de absoluta fisicalidad. Un disco donde entra la desmesura, que no es una farsa sino un afloramiento de los subtextos de la obra del ruso. La escena en la que la madre de Koltia, una actriz de gran éxito en Moscú, desdeña la nueva obra de su hijo es sorprendentemente incómoda. Paula Fernández Mbarak consigue mostrar con cruda ferocidad el rostro de una madre decidida a asesinar a su amado hijo.


Además, la versión está estructurada con gran inteligencia para permitir que no haya ambientación, localización de la acción, ni prolegómenos o interludios que centren el conflicto dramático. Es pura palabra hablada de actor a actor, sólo Masha, una Clarisa Korovsky maravillosamente sobria, actuará como narradora distanciada que permite que la obra avance.

La propuesta está influenciada por la música que incide en el deslizamiento emocional. Sonarán Damien Rica, el gran Lhasa de Sela o Ginamaría Armando, entre otros. Algo arriesgado, rayano en el sensacionalismo, pero que una vez inmerso y subyugado por la propuesta, no juega en su contra y permite elevar la densidad emocional. En la última parte, cuando el aria de Los pescadores de perlas por Bizet, Je crois entiendo bisy finalmente el amor entre Nina y Kostia se trunca para siempre. El nivel de tensión dramática fue tal que muchas personas del público terminaron llorando que no pudieron controlar.

También se podría decir que ciertas formas de interpretación de gran intensidad dramática, o el final trastornado de la obra de Chéjov, buscan la salida fácil a la emoción, pero no se puede estar en misa y sonando. Y en esta función se repite y repite incesantemente la fragilidad y la soledad de las almas humanas.


Ciertos discursos conocidos de una Nina enfadada utilizados por Boris se desdibujan en la propuesta, pero no estamos en un teatro que busque la arqueología teatral. No hay que buscar fidelidad en este trabajo, la apuesta es otra. Hay una profunda reescritura de cada texto. Si queréis ver una propuesta más canónica, con un repertorio respetuoso, podéis asistir a la producción que abrió la temporada del Teatre Lliure, la gavinadirigida por el nuevo director del teatro, Julio Manrique. El Centro Dramático Nacional también estrenará otra producción de la misma obra este 9 de octubre conformada por un elenco de actores ciegos y con baja visión.

Es significativa la eliminación del determinante en el título de este trabajo, Gaviota. Concreta su voluntad de ir a la esencia y, por otro lado, deja de señalar a esa Nina que, abandonada, en un gesto romántico ya algo anticuado, firma cartas con ese seudónimo. Gaviota Se trata de una experiencia de puro teatro y actuación que próximamente pasará por el Auditorio de Tenerife (del 11 al 13 de octubre), los Teatros del Canal de Madrid (15 y 16 de octubre), el Festival Iberoamericano de Cádiz (18 y 19 de octubre ) y de Kulturkrik, el Festival de Vitoria (24 de octubre). Una gran oportunidad para comprobar el poder y la capacidad del teatro argentino hecho desde la periferia del mercado y la industria cultural.

Una nota curiosa para terminar. Guillermo Cacace estrenó en Buenos Aires en 2009 la primera obra que se pudo ver en el cono sur americano de Angélica Liddell, un texto desconocido para el español que le regaló Liddell. Todo lo que hace es viento..